lunes, 26 de abril de 2010

Otro fin de semana con Cristo



Otro fin de semana cristiano disfrutando con toda la familia abracista de un buen chocolate y torta, mientras planificamos y discutimos todos los proyectos semanales. En la agenda resaltamos siempre las necesidades básicas y las personas que debemos priorizar respetando el grado de problemática.







Lamentablemente la humedad provocada por varios días de lluvia no nos permitió pintar el interior de casa del abrazo por ello dejamos la actividad que estaba programada para realizarla el próximo fin de semana




Nuestros sueños, en ciertos momentos toman forma de inalcanzables pero tenemos la tranquilidad que para Dios no hay nada imposible y como siempre estamos reunidos en su nombre, nuestra Esperanza crece y cada día los sueños se concretan.

Entregamos el segundo coche para bebé y comprobamos como Dios se manifiesta a través de la sonrisa de un niño.





Como siempre festejamos la sagrada eucaristía bien en familia como le encanta al Señor.




El hecho de que Jesús instituyera la eucaristía en una comida (la cena de despedida), nos remite a una práctica de Jesús y de su comunidad que es algo muy significativo: los evangelios nos informan abundantemente de las comidas de Jesús y su grupo de discípulos.

Y nos informan de esas comidas en contextos que son casi siempre polémicos: unas veces porque Jesús y sus discípulos no se ajustaban a los normas de rituales y religiosas que todo judío observante debía tener en cuenta (Mc7,2-5;Mt12,21;Jn18,28); otras veces porque Jesús y su grupo compartían la mesa con descreídos, pecadores y gente indeseable (Mc2,16;Lc15,2); en otros casos porque la comunidad de Jesús no ayunaba precisamente en los días que eso estaba prescripto (Mc2,17-18), y a veces también porque los enemigos de Jesús lo acusaban de ser un comilón y un bebedor (Mt 11,18-19)

Obviamente, todo esto quiere decir que el hecho de comer no era una cosa intranscendente, desde el punto de vista religioso, para la sociedad en que vivía Jesús. La comida revestía un cierto carácter teológico.

Y está claro que Jesús y su comunidad rompen con la Teología establecida por aquel sistema religioso. Por que no le dan a la comida el carácter ritual que le otorgaban los judíos piadosos del tiempo.

Y porque además Jesús practica sus comidas de tal manera que revisten un sentido verdaderamente revolucionario.

Si tenemos en cuenta que en la mentalidad judía compartir la mesa significaba solidarizarse con los comensales, por lo tanto cuando Jesús come con los pecadores y descreídos, es decir con la gente que el sistema religioso rechazaba radicalmente, está indicando que él también rechaza aquel sistema. Para Jesús lo importante no es la observancia de los rituales religiosos, sino la solidaridad con los despreciados precisamente por la religión.

“Cuando des un banquete invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; y dichoso tú entonces porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos”(Lc14,13-14)

Esta misma enseñanza se repite luego en la parábola del gran banquete (Lc14,21). El verdadero sentido teológico de la comida compartida, según la enseñanza evangélica, está es que se trata de compartir la vida y solidarizarse con los pobres y desamparados de este mundo.

Ese hecho guarda una relación directa con el sentido que debe tener la eucaristía para los creyentes por un lado el relato de la institución de la eucaristía está construido con una referencia expresa muy marcada al acontecimiento de la pascua judía, pero por otra parte, sabemos que en la tradición judía de la cena pascual se destacaba la idea de la solidaridad con los pobres y desgraciados, hasta el punto de que se le llamaba el “pan de los pobres” o también el “pan de la miseria”. Y eso es lo que se compartía en aquella cena.

De esta combinación terminamos de deducir que la cena eucarística implica esencialmente un simbolismo concreto: el simbolismo de la vida compartida. En eso consiste el símbolo de la comida que se comparte.

La comida es fuente de vida, es lo que mantiene y fortalece nuestra vida. Por consiguiente, compartir la misma comida es compartir la misma vida. Por eso la comida y la bebida son consideradas como realidades “sacramentales” en no pocas religiones: la bebida desencadena una cierta corriente amorosa; la comida en común liga a los participantes.

Además de estas significaciones sacrales, la vida cotidiana nos indica que el hecho de sentarse a la misma mesa es vivido, en casi todas las culturas, como un gesto de participación amistosa e incluso amorosa.

Resumiendo, la eucaristía tiene un sentido fundamental muy claro: ella es el símbolo que consagra el compromiso de compartir la misma vida que llevó Jesús; y también la misma vida entre los participantes. Con una especial inclinación a compartir esa vida con los más pobres y desgraciados de este mundo.

¡Paz y abrazos!

Fuertes bendiciones para todos

Mons.++ Juan Carlos

http://casadelabrazonortear.blogspot.com/

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